Es en el Renacimiento que las escaleras comienzan a tener importancia dentro del proyecto de los edificios. Vasari 1 decía “damos a la escalera la mayor magnificencia posible porque la mayoría guarda el recuerdo de las escaleras y no del resto de la casa”. El esplendor de este concepto está en el Barroco. Generalmente las escaleras tenían poca altura de contrahuella y una ancha huella que las hacía hermosas pero incómodas. Eran “escalinatas” y no importaba si se subía o bajaba lentamente, ya que esto las convertía en “ceremoniosas” y daba tiempo y ocasión de admirar a quien la subía o bajaba, a la vez de realzar la obra de arquitectura.
En los tiempos siguientes, el ritmo de vida se fue acelerando, los edificios se fueron convirtiendo en más “funcionales” y las exigencias de rapidez, comodidad y seguridad con el menor gasto de energía 2 posible al subir o bajar, hicieron que los proyectistas fueran pensando más en el diseño, optimizando las formas y dimensiones de las escaleras. En los edificios de altura, la presencia del ascensor relegó las escaleras a un segundo plano, y eso hizo que en muchas ocasiones no se tengan en cuenta ciertas pautas mínimas de seguridad y comodidad en el proyecto. Por eso los reglamentos dan normas sobre dimensiones mínimas en el ancho, medida de los escalones, etc., respetando pautas de comodidad y seguridad. Inclusive la iluminación es muy importante, ya que en un edificio una caja de escaleras sin iluminación natural, requiere pensar sistemas de iluminación de emergencia en caso de cortes de luz.
Las escaleras son elementos de comunicación fija entre los distintos niveles de un edificio o lugar. Son estructuras que según Primiano se pueden clasificar de la siguiente manera:
1. Según el material con que están construidas: escaleras de madera, de hierro, de piedra, de
mampostería, de hormigón armado, mixtas.
2. Según el destino o uso: escaleras principales, secundarias, de servicio, de sótano, etc.
3. Según su ubicación en el edificio: escaleras interiores o exteriores.
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